En ocasiones, cortarse se convierte en un hábito. Puede convertirse en una conducta compulsiva, lo que significa que cuanto más se corta una persona, más necesidad siente de hacerlo. El cerebro comienza a asociar la falsa sensación de alivio del sufrimiento con el acto de cortarse y ansía este alivio cuando se presenta el siguiente conflicto. Cuando cortarse se convierte en una conducta compulsiva, es posible que parezca imposible detenerse. Por eso, cortarse quizá se parezca a una adicción. Una conducta que comienza como un intento de sentirse en control tal vez termine controlándote.
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