No se puede obligar a alguien a que no se lastime a sí mismo. No sirve de nada enojarse con un amigo que se corta, rechazarlo, darle un sermón o rogarle que deje de hacerlo. Por el contrario, hay que hacerles saber a esas personas que uno está preocupado por ellas, que se merecen estar saludables y felices, y que nadie tiene por qué afrontar sus problemas sin ayuda.
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